El proyecto que ha dado origen a la Escuela Sophia nace de la
preocupación de un grupo de familias, con hijos de edades de escolarización,
que no han encontrado una oferta de escuela en su zona de residencia (comarca a
pocos kilómetros de Barcelona), un centro con una línea pedagógica humanista que
recupere el espíritu los grandes pedagogos del s.XIX y XX[1], adaptando
sus enseñanzas a las necesidades del s.XXI.
La escuela desarrolla un sistema que reduce la necesidad de adaptación
‘a posteriori’, ofreciendo las herramientas competenciales ‘a priori’: si hay
dudas sobre el tipo de mundo que nuestros hijos van a heredar, debemos
ofrecerles un enfoque de libertad, que fomente la creatividad del individuo.
Los enfoques económicos modernos ya dan pistas sobre dos grandes
escuelas de pensamiento: la consumista / liberal y la sostenible / economía del
bien común. Adam Smith, hace 250 años dijo: “No society can surely be
flourishing and happy, of which the far greater part of the members are poor
and miserable”.
En la mayoría de los centros visitados para tomar la decisión de
escolarización, hemos encontrado poca consciencia de estos dos grandes entornos
y, en ningún caso, forman parte del proyecto educativo de centro una de las dos
opciones, excluyente con la otra. La necesidad de sostenibilidad con el planeta
Tierra hace necesario un compromiso renovado que debe partir de la educación
básica (valores y principios) que se ofrecen transversalmente a los niños.
Nuestro camino pedagógico prefiere la experiencia, la apertura a
proyectos fuera del centro escolar, con proximidad a la realidad, preservando
la curiosidad del niño y del adolescente
y permitiendo que cada uno, como miembro de una comunidad, encuentre su sitio
desde lo que ya es. Un ‘adoctrinamiento’ sobre lo que debemos o no debemos ser
lleva a una falta de responsabilidad vital que deriva en sociedades aniñadas.
La esencia que la Escuela Sophia quiere recuperar es la de volver a
estar más educados que formados (o sobre-escolarizados), facilitándoles el
pensar por ellos mismos y poder vivir libremente. Para ser agentes del cambio
creemos en las redes y en la comunidad, el liderazgo distribuido nos permitirá salir
de las simplificaciones del ecosistema de educación –que a menudo son el camino
por ser el mínimo común denominador- y tenemos intención de compartir nuestra
experiencia con cualquier grupo de interés del sistema: profesor, alumno o
padre.
Por todo ello, vamos a compatibilizar las herramientas metodológicas
que permiten al estudiante avanzar en la rigurosidad del conocimiento, a la vez
que la experiencia de vida y la madurez
emocional que le fortalezcan y le sustenten en los avatares vitales futuros.
En definitiva estamos formando a ciudadanos del mundo, que son capaces
de construir comunidades rápidamente, que se forman más fuera de las aulas –por
su alta conectividad-, que dentro de ellas y que posen la comprensión de la
complejidad. La democracias no puede florecer si las nuevas generaciones no
tienen las mentes bien nutridas en lo que referente a la responsabilidad inherente
al adulto en la preservación del bien común.
Todos los niños y adolescentes importan. La educación que les
ofrecemos recupera la paidéia griega, integrando la pedagogía de la creación
individual con la cultura de la sociedad. Su lugar en el mundo va a ir muy
relacionado con los trabajos que puedan desempeñar, por ello deben estar bien
orientados a la alineación de los talentos y competencias que les permitan
excelencia en aquello que les apasione, sin prejuicios.
Les ayudamos a tener estima a la educación, al conocimiento, a la
formación porque la necesitarán en continuo para el resto de su vida, nos
esforzaremos en capacitarles para que puedan tomar sus propias decisiones de
formación, acorde con sus objetivos vitales. Potenciamos las habilidades de
emprendeduría, creatividad, confianza en sí mismos, capacidad de asumir riesgos, pensamiento
ágil, de solución de problemas y capaces de llevar a cabo trabajo
colaborativo. Por el carácter de las competencias, no podemos esperar que se
adquieran sin una colaboración muy activa de las familias.
[1] Nuestros principios pedagógicos tienen fundamento en
diversas corrientes y exponentes, con un denominador común: el niño debe ser
una parte central en el sistema de enseñanza-aprendizaje.
Pensamos en: la Escuela Nueva (finales s. XIX),
como oposición al magistro centrismo, enciclopedismo, la pasividad y la
repetición; las ideas de Rousseau (1712-1778) y Clapadère (1873-1940), María
Montessori (1870-1952), A. S. Neill (1883-1973) – Summerhill y en Giner de los Ríos (1839-1915) - Libre de
Enseñanza (ILE); John Dewey (1859-1952), Jean Piaget (1896-1980), Lev Vygotsky
(1896-1934), Benjamin Spock (1903-1988), Francesco Tonucci (1941), Emmi Pikler
(1902-1984), Paulo Freire (1921-1997), David Ausubel (1918-2008), David W.
Johnson (1940) y Roger T. Johnson (1927), Spencer Kagan (1944), Donald J.
Treffinger (1941) y Ken Robinson (1950).
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